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22 mayo 2012

Se seguían queriendo. Mucho. Demasiado. Se querían de la peor de las maneras. Se odiaban de la mejor de ellas. Cada día se tiraban jarrones a la cabeza y se perdían en decirse insultos. Después follaban hacían el amor porque se querían, más que nadie en este mundo. Pero todo eso se había perdido. Decían que no, pero sabían perfectamente que desde que se habían separado las cosas no habían ido bien. Él estaba siendo un auténtico cabrón con todas las personas y ella había roto todos los esquemas, había dejado de ser fuerte. Pero no iban a decirlo. Eran demasiado orgullosos. Pero qué más da ya. Eran unos putos orgullosos enamorados que estaban solos. Sabían perfectamente que no podían estar el uno sin el otro y aún así intentaban creerlo. Pronto las sonrisas se esfumaron. Fumaron hasta olvidar todo por unos instantes para luego volver a su vida de mierda sin el otro. Porque lo único que le ayudaba a ella era tenerlo a él, verlo sonreír todos los días al levantarse de su cama. A él lo único que lo hacía feliz era verla a ella por las mañanas, con su sonrisa torcida debido al cansancio, su pelo alborotado y su cara de princesa malhumorada. Pero no se quisieron dar cuenta de lo bonita que era su cuento de hadas historia. Porque lo que ellos tenían no era un cuento, ¿quién quiere algo perfecto? Lo perfecto es aburrido, cansa, ellos querían romper la rutina y desayunar sus cuerpos por la mañana. Quizás él podría dejar de ser un capullo e ir y decirle que no quiere que lo abandone, que la quiere. Quizás ella podría dejar de ser una niñata y decirle que lo echa de menos, que sin él no puede. Pero así están, hundiéndose cada vez más en su propia mierda. Queriéndose más que a nada. Odiándose para poder olvidarse. Quizás un día no muy lejano se den cuenta de que se necesitan y vuelvan a vivir ese precioso amor, porque es verdad, lo era. Ese amor que nunca murió, que nunca podrá hacerlo.



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